¡Sí y No... al calor de los andinos!



Bajo el sol quemante de la tarde del jueves, mujeres marchantes clamaron por la paz de los colombianos. 

A esa hora -y en casi todo momento- la mirada de los observadores andinos fue directa en principio, y esquiva después.  Un calor sofocante y un prisma de emociones se acomodaron calladamente en sus cuerpos.

Aun así, el mensaje de las féminas fue contundente y preciso: pedían votar por el Sí en el plebiscito del domingo próximo para refrendar los acuerdos entre el gobierno nacional y las guerrillas de las Farc.

En un país polarizado por esta contienda, cualquier toma de partido no deja de ser incómodo para las partes en confrontación. Y en este ambiente, medio centenar de mujeres y unos pocos hombres marcharon de la Plaza de Mercado al parque Simón Bolívar de Andes.

Allí les recordaron a los parroquianos de siempre, que clavados en sus cotidianas sillas y protegidos bajo paraguas de colores, escuchaban con inquietud: "Estamos cansados de la violencia que ha dejado viudas, huérfanos, desplazados y víctimas por doquier.  La guerra cansa, la guerra cuesta económicamente,  y así también tendrá que costearse la paz".

De esto hablaba con su vozarrón amplificado doña Mariela Bolívar, de la Asociación de Mujeres Andinas. Luego le impuso un fraseo relajado a sus palabras, y acotó: "el domingo de votaciones no habrán tamales  ni transporte, ni políticos acosando en la puerta para ver por quién vamos a votar".

Doña Odila Quintero, de la Asociación de Mujeres del Suroeste, me recordó que las mujeres tuvieron representantes en las mesas de diálogo de La Habana, y que de ahora en adelante tienen el compromiso de hacerle seguimiento a los acuerdos para que se haga realidad la paz en Colombia.


Un sabor amargo que persiste, con sabor a No

Salida de un remolino de viento fugaz y caliente, una aparición me encaró. "¿Paz en Colombia? No creo".

Doña Martha, 18 años esperando
noticias de su hijo.
El 30 de mayo de 1998 desapareció Luis Eduardo Henao, soldado profesional que enfrentó al Quinto Frente de las Farc en Villa Arteaga, Mutatá.

- Estoy con la paz, muy buena la paz, pero no me han entregado a mi hijo.  No puedo votar por el Sí.
- ¿Está usted dispuesta a perdonar?
- Yo no sé.  No puedo decir nada porque no me lo han entregado. De pronto cuando me lo entreguen perdonaré, pero todavía no.
-¿Qué les pide usted a las Farc?
-  Les pido a las Farc que entreguen los secuestrados y digan dónde están los desaparecidos. 
-¿Qué les dice usted a las madres de otras víctimas que van a votar por el Sí?
- Cada cual toma su decisión. Yo tomo la mía.

Martha Ligia Henao Restrepo sigue esperando respuestas sobre su hijo desaparecido. Ha tenido encuentros con la Fiscalía pero no ha encontrado la claridad que ilumine su corazón dolido. El camino hacia la paz que asoma en el horizonte colombiano, es de sombras para ella.

En otra orilla y en ejercicio del derecho a la participación ciudadana, don Nolasco Gómez manifiesta que las mujeres tienen que ser visibilizadas y para eso sirve una marcha como la del jueves 29 de septiembre. 

"Las mujeres, como ellas lo dicen, son los seres que han parido los hijos para la guerra.  Las mujeres están en la posición de no entregar más hijos para la guerra.  Son las madres de los hijos soldados, de los hijos guerrilleros o de los civiles.  De tal manera que también asumen un papel protagónico como constructoras de paz".

Adriana Jaramillo Álvarez, al fondo,
pide votar por el Sí.
Don Nolasco, educador jubilado, es vocero de Conciudadanía, una organización no gubernamental con 25 años de experiencia en el sector social. Quince años suma esta ONG apoyando la Asamblea de Participación Ciudadana en Andes.

"Estamos realizando un trabajo pedagógico para el plebiscito por la paz del 2 de octubre. Y estamos convencidos de que la salida histórica para el país es votar el Sí".

Del atrio de la Iglesia Nuestra Señora de las Mercedes siguen brotando voces femeninas que claman votar por el Sí. Una cascada de trinos, entre dulces y amargos, a veces angustiosos y combativos, llaman a la acción. 

Los parroquianos del parque se reacomodan en sus habituales sillas. Un fastidio impensado, o un dolor sin localizar, los inquieta.  Del atrio llegan más voces. Unos levantan el sombrero para airear sus sesos, otros levantan el cuerpo para descansar sus nalgas.




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